No pedalees detrás mía porque puedo no guiarte; no pedalees delante mía porque podría no seguirte; pedalea a mi lado como los amigos eternos.

He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas; he navegado por cien mares y atracado en cien riberas.

La Bici de Montaña en Villanueva Mesía

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martes, 31 de julio de 2012

Cerro de la Gallina y Barrancos de Salar

De vuelta del Camino, ya descansado del cansancio acumulado, el cuerpo pedía ponerse de vuelta al pedaleo y en esta ocasión, en solitario, cosa extraña en los últimos tiempos, me dispuse a realizar esta clásica entre las rutas de la peña.


La salida desde el lugar de siempre, tomando el camino del Grano hasta el puente del Cacín bajo la autovía, toda una gozada para los sentidos, fresquito mañanero en vena, de ese que se agradece enormemente en estos días en los que la calor aprieta sin clemencia.

Subo por el carril asfaltado que coge la altura del cortijo de las Nieves, para luego llegar a los depósitos del agua de Huétor Tájar y empezar a pedalear por el carril de tierra: la cuesta del Mirador del Pino se va acercando. Esto de ir solo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre las primeras que el ritmo se autorregula fácilmente, no dependes de nadie, pero se echa de menos las charlas animosas con los colegas de pedaleo, las ocurrencias del de al lado, los chistes sin pausa que te hace más llevadera la inclemencia del terreno. Inevitablemente te acuerdas de ellos, son tantos los kilómetros que hemos realizados en compañía.

Bueno, ya llega la subidita del Mirador del Pino, hay que concentrarse, apartar las elucubraciones mentales, cambiar adecuadamente, y chiflandillo, con precisión y técnica, afrontar la pedregosa rampa. El reto de llegar sin tocar el suelo vuelve a plantearse, ¿por qué será que siempre estamos retándonos con nosotros mismos?

"Fuuuu, ajuuuuuuuuuuuu, mis pechooooos, por el Tito Ureeeeee", gritos en soledad que salen de los adentros. Prueba superada, arriba de un tirón, unas vueltecillas al vértice para recuperar el resuello y de nuevo al rítmico y acompasado pedaleo. Poco a poco el sitio estratégico, ya dominado, se va quedando atrás.

Entre magníficos olivares llega el pintoresco cruce del derruido Ventorro de Cantón, encrucijada importantísima de la Cañada Real de Sevilla a Granada y del Camino de Vélez Málaga a Granada. Un sitio y una venta que en el pasado seguro gozaría de una importancia y esplendor que los tiempos modernos han llevado, como a tantas cosas, al rincón del olvido. Al fondo aparece ya, con ese extraño y destartalado poste que últimamente han colocado en él y que recuerda las señalizaciones de las películas en el desierto, esas que, al menos aparentemente,  no conducen a ningún sitio. La soledad del paraje, y la soledad del pedaleante, invitan a una foto, y a conseguir una muestra de lo que aquí se comenta.


Poco más arriba, ¿otra estrafalaria locura?, el abrazo a la ancestral encina, un saludo a la madre naturaleza, una forma de agradecer calladamente todo lo que generosamente nos entrega. Un gesto que ya es costumbre por lo repetido. Sentir la rugosidad, fuerte y dura de la corteza de la vieja encina sobre mi piel es una sensación difícil de describir.


A partir de ahora, ya no habrá más pausas hasta llegar al puerto del Cerro de la Gallina. En continua subida, noto como el sol aprieta sobre el lomo y el sudor cae lentamente por la puntita de la nariz. Se suceden los olivos en plena floración, el reseco suelo y los rastrojos dan cobijo a multitud de conejillos, que nerviosos se cruzan, algunos curioseando, por el carril, de un lado a otro. Más de uno, se queda parado, desafiante, mirándome en estado de alerta, sabiendo que, de mi parte, no le va a caer ningún daño. Deteniéndonos la vista, el uno en el otro, cada cual sigue su camino, despidiéndonos hasta la próxima, al menos eso les deseo y espero, si no se cruza ninguna escopeta inmisericorde de por medio.
Pronto llega el cartel de que el puerto del Cerro de la Gallina, está ya aquí. Unos frutos secos, unos tragos de agua calentorra, para recuperar energía, quitar el polvo de la garganta y vamos a cerrar la ruta por los Barrancos de Salar, que se muestran majestuosos y con los brazos abiertos, al pie de la Sierra de Loja.


¡Al ataqueeeee!, pasada la primera rampa del carril que abandona el asfalto, me aventuro muy animoso, raudo y confiado al gran descenso, meto plato y me lanzo vertiginoso.
De pronto, recuerdo que voy solo, me da miedo, una caída por estos parajes sin un alma, puede tener graves consecuencias. Controlo la máquina, cambio con más cabeza que con el corazón, controlo los frenos y pongo los cinco sentidos y... ale, a bajar más sosegadamente y sabiendo lo que se hace y dónde se pisa., acompañado de la señora Prudencia.

Sin prisa y disfrutando del descenso, llego a los Barrancos de Salar, allí pronto viene el carril asfaltado y se puede cambiar a plato grande, darle al pedal-pedal con gana, para ver primero aparecer arriba a la izquierda, la silueta familiar de la Cruz de Marino o de Marín, y al fondo, las primeras casas y la silueta recortada de la iglesia de Salar.

No hay nadie en las calles, es media mañana, todo está en el silencio del durmiente, y es que Salar se despereza, perezosa, y a duras penas, de sus fiestas populares de Santa Ana.

La fuente de la iglesia deja caer dos soberbios caños de fresca agua que yo no recordaba ver desde hace mucho tiempo. Me doy el lujazo de un buen refrescón, agua en el cogote y en el pañuelo de la cabeza, con un abundante sorbo que se agradece enormemente después del esfuerzo y de la caló que aprieta.
Luego, reemprendo la marcha hacia el camino de los Huertos que me lleva directo hasta la A92, tomo el carril de servicio hasta el área de descanso El Brasero, para desviarme por el carril que junto al Genil lleva al puente de Huétor. El sol aprieta bien, de lo lindo, las grandes tortugas aprovechan para tomar su baño de rayos uva en las orillas del manso río. Otra gozada el atravesar esta zona, entre choperas y vegetación que prestan generosamente su sombra para calmar la calor del biker. Pronto llego a Huétor, paseo por sus calles, para finalmente tomar el Camino Viejo que pasa por la Verdeja.

Ya estoy de vuelta en casa.

Sin más pretensiones, dejo aquí los datos y el track por si hubiera quien le viniera bien.

Datos de la ruta:
Dificultad técnica: Moderado
Distancia recorrida: 46,7kms. Ruta circular con inicio y final en Villanueva Mesía.
Tiempo: 3 horas 41 minutos
Desnivel acumulado: 602 m
Altitud máxima: 934 m
Altitud mínima: 469 m

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